La caída del pelo se sitúa como una de las principales preocupaciones estéticas entre los hombres y mujeres, sobre todo entre la población masculina. Según los últimos datos sobre la calvicie, casi la mitad de los españoles (42,60%) sufren de alopecia. Además, diversos estudios indican que un 60% de la población mundial presentará un primer caso de caída de cabello a partir de los 20 años y entre los 30 y 50 años comienzan a aparecer determinados casos como la alopecia difusa.
España es el segundo país con mayor población de Europa con problemas de alopecia, después de la República Checa. Perder el cabello no es peligroso para la salud, pero sí puede considerarse una alarma de que la persona sufre algún problema de salud. Por ejemplo, se estima que dos de cada tres mujeres con caída de cabello tienen deficiencia de hierro.
La pérdida de cabello repercute en la autoestima de las personas por lo que algunos deciden dirigirse a un sitio especializado en el trasplante de vello. No es un proceso doloroso, pero sí requiere de muchos cuidados posteriores.
Además, no siempre es efectivo cien por cien ya que hay pacientes que rechaza el tratamiento o incluso necesita varias operaciones. En España, el coste económico de un injerto capilar oscila entre los 2.000 y 7.000 euros dependiendo del tipo de pelo, las dimensiones del área a poblar, la técnica que se escoja y la clínica a la que se acuda.
La alopecia puede clasificarse de dos formas, androgénica o difusa. La primera de ellas supone una caída progresiva de las unidades foliculares desde la zona frontal hasta la coronilla. Se estima que afecta a un 20% de las mujeres a los 50 años y cerca del 42% tras cumplir los 60. La difusa "se encuentra relacionada con algún tipo de enfermedad, trastorno o carencia en el organismo", explica el doctor Antonio Leone, de la clínica Hospital Capilar. Afecta tanto a hombres como a mujeres.
La del tipo difuso se encuentra relacionada con el estrés, las enfermedades intestinales u hepáticas, el trastorno de tiroides o las alteraciones renales, trastornos alimentarios y dietas extremas que carecen de nutrientes esenciales con falta de vitaminas, sales minerales y proteínas. Además, afectan los cambios hormonales o tratamientos médicos como la quimioterapia o radioterapia. Los cambios hormonales que se producen durante el embarazo, tras el parto o en la menopausia es el periodo en el que se producen más diagnósticos de alopecia difusa entre la población femenina.
El diagnóstico precoz de qué es lo que ha provocado la alopecia en una persona es fundamental para evitar que la pérdida de cabello se agrave. Una vez detectado el origen del problema, los expertos recomiendan optar por tratamientos encaminados a frenar su evolución, por ejemplo, el Minoxidil o el Plasma Rico en Plaquetas. También aconsejan suplementos orales encaminados a reintroducir déficits vitamínicos y cuidarse del estrés o mejorar los hábitos alimenticios.
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